miércoles, 25 de agosto de 2010

UNA FUENTE PROFUNDA

Durante el desarrollo de nuestra vida periodística se basa principalmente en la recopilación de datos que confirmen informaciones a las cuales tenemos acceso. Como parte principal de esta confirmación de datos se encuentran las fuentes, esos hombres y mujeres que arriesgan mucho al confirmar informaciones o revelar datos cruciales en nuestro trabajo diario, que puede traer como consecuencia la caída hasta del más poderoso de los hombres del planeta.

El libro "El hombre secreto. La verdadera historia de Garganta Profunda", de la autoría de Bob Woodward, periodista del Washington Post, dejó en claro lo importante de saber cómo cultivar una buena relación con nuestras fuentes a largo plazo; todo se basa en la confianza, el compromiso y la sinceridad hacia nuestros informantes.


Woodward junto a su compañero del diario, Carl Bernstein, revelaron la participación de la Casa Blanca y el presidente Richard Nixon en el escándalo de espionaje en el edifico Watergate, durante la década de los setenta, donde se espiaban las conversaciones de los rivales políticos de Nixon; este hecho se revela con la astucia y olfato periodístico de Woodward, al notar que los implicados en el espionaje, eran personas de niveles económicos muy bajos, pero eran defendidos por los mejores abogados de Washington.


Pero ellos solos no pudieron seguir el rastro que conduciría hasta Nixon como la mente maestra detrás del espionaje, fueron apoyados en gran medida por un hombre que Woodward conoció muchos años antes de que estallara el escándalo. Un hombre al cual todos conocemos como Garganta Profunda, que, décadas más tarde, se conoció que era el número dos del FBI, Mark Felt; un hombre que actuó en venganza hacia la Casa Blanca, porque no fue considerado para asumir el cargo.


El trato entre los periodistas y la fuente fue una relación de apoyo mutuo y respeto a las condiciones que Garganta establecía para proteger su vida, ya que esta corría mucho peligro si fuese descubierto por agentes del gobierno de Nixon. Ambos periodistas tomaron todas las precauciones para proteger a su fuente de cualquier amenaza que pusiera en peligro su identidad e integridad física.


A lo largo de los años, el secreto de la identidad de Garganta Profunda se mantuvo durante muchos años, respetando el trato de no dar a conocer su identidad hasta el día de su muerte. La confianza que nos forjamos a lo largo de los años, puede venirse abajo en un segundo, al romper el acuerdo que nos vinculaba estrechamente con nuestra fuente.

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