El domingo se vivió la última presentación de la selección juvenil de vóley en el mundial juvenil, el recinto estaba abarrotado de familias enteras que estaban deseosas de ver un triunfo como aquellas viejas épocas de gloria.
Las muchachas de Natalia Málaga hicieron un 1er set que hizo recordar las hazañas de la era dorada del deporte de la net alta; pero con el pasar de los puntos, los errores constantes e ingenuos, nos despertaron del sueño y volvimos a tocar tierra.
El equipo dominicano pasó por encima a las peruanas, que no se levantaron nunca, cosa que ya es común y preocupante, además los gritos alocados e insultos innecesarios destrozaban cada vez más la moral de las chicas, además de un público que también tiró la toalla antes de tiempo.
El resultado no fue extraño, un grupo sin alma en el final y sin vergüenza deportiva en el final del partido, volvió a perder algo más que el partido, pierde cada vez más el respeto y el apoyo de la gente que va al coliseo o que las mira frente a un televisor.
La gente se quedó atrapada, viviendo una y otra vez de los recuerdos de las glorias de antaño, y no caen en cuenta de que los tiempos cambiaron y que hace años que no somos de la elite mundial, aunque el esfuerzo de las jugadoras por darle vida a este juego es único, ya que no reciben el mismo apoyo que si tienen otros deportes que hace años nos regalan a montones malos ratos y actuaciones para el olvido, como el fútbol.
No se les puede pedir más a este grupo que, con todas las limitaciones del mundo, lograr cosas que nadie espera, pero siempre nos dejan con ese sin sabor de que se pudo lograr más.
Este equipo dejó de ser juvenil, ahora serán parte del universo de posibles jugadoras para la selección mayor, que irá depurando a las que no tengas las condiciones suficientes para integrarla; el reto es seguir trabajando con empeño en los semilleros para lograr triunfos como los de antes.
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